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Fotografía: Havva Zorlu / We Animals Media.

¿POR QUÉ NO
COMER 
PECES?

En los debates sobre la sintiencia y el sufrimiento animal, los peces han sido puestos en último lugar después de los mamíferos, los reptiles y las aves. Sabemos muy poco sobre ellos, pero sí sabemos que sienten dolor. Hay cardúmenes con jerarquías, peces que viajan más de 3.000 kilómetros, otros que usan herramientas, dibujan o juegan.

Los peces han sido cosificados a tal nivel que la industria los cuenta en toneladas, no en individuos.


En el año 2021, se registró un impactante total de 2.700 billones de peces asesinados, lo que significa que murieron 5 millones de peces por minuto.

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Fotografía: Selene Magnolia / We Animals Media.

Actualmente, la industria sacrifica al año una cantidad exponencialmente mayor de peces que de vacas, chanchos y pollos juntos.

El principal método de pesca comercial es el arrastre. En esta práctica, uno o dos barcos despliegan redes que arrasan el fondo marino o la columna de agua intermedia.

La característica no selectiva de esta técnica radica en su incapacidad para discriminar entre especies, lo que significa que se atrapa la especie objetivo y también ballenas, delfines, tiburones, tortugas, moluscos, crustáceos y todo lo que se cruza en el camino.

Estos animales atrapados y devueltos al mar muertos o moribundos son la
denominada captura accesoria o sobrepesca. Se estima que el 50 % de la pesca por arrastre es sobrepesca, estas son las víctimas invisibles de la pesca industrial.

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Fotografía: Havva Zorlu / We Animals Media.

La sobrepesca y el arrastre de fondo causan la eliminación directa de miles de especies marinas y resultan devastadoras para el mar: perturban los sedimentos y los corales, dañan el agua (disminuyendo su idoneidad para diversas especies) y provocan la liberación de una gran cantidad de dióxido de carbono almacenado naturalmente en el lecho marino.

La pesca de arrastre libera a la atmósfera 370 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, lo que contribuye gravemente al calentamiento global. Se estima que más de 300.000 ballenas y delfines, y alrededor de 50.000 tiburones mueren cada año por captura accesoria. Y si bien hay muy poco mercado para la caza de tortugas marinas, de las 7 especies que existen, 6 están en peligro de extinción a causa de la sobrepesca. 

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La pesca de arrastre está provocando lisa y llanamente la desertificación del fondo acuático y, a este ritmo, el océano podría quedar prácticamente vacío para el año 2048. 

Por otro lado, los desechos plásticos humanos son el principal contaminante del mar y la industria de la pesca es uno de los principales responsables de que esto sea así.

La situación es tan grave que en el océano Pacífico existe una gran mancha de plástico, también denominada continente de plástico,
conformada por más de 1,8 billones de fragmentos de plástico que pesan aproximadamente 80.000 toneladas y están distribuidos en un área tres veces más grande que Francia.

El 46 % del continente de plástico son redes de pesca desechadas. 

Hace ya muchos años, los peces no solo se pescan, sino que también se producen. Las piscifactorías son piletas de concreto o perímetros dentro de mares o ríos donde se acumulan y crían peces a escala industrial.

Actualmente, el 50 % de los animales marinos del mundo que se procesan como alimento proviene de piscifactorías. Aunque esta técnica se promociona como una solución ante el vaciamiento del océano, tiene impactos ambientales altísimos e irreversibles. 

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Fotografía: Lilly Agustina / Act For Farmed Animals / We Animals Media.

Las piscifactorías concentran grandes cantidades de animales en espacios reducidos, esto fuerza a los peces a nadar en sus propias heces. Esta situación promueve el uso masivo de antibióticos, antiparasitarios y fungicidas para combatir las enfermedades que el mismo hacinamiento genera. Todas estas sustancias terminan en el mar: las zonas debajo de estas piletas se convierten, literalmente, en mar muerto.

Por otro lado, la concentración de excremento y los restos del alimento suministrado a los peces contribuyen con la proliferación de microalgas nocivas, responsables de las mareas rojas, que pueden provocar la intoxicación o la muerte de los animales marinos y de aquellos que los consumen.


La industria salmonera del sur de Chile fue objeto de muchas controversias por las consecuencias de su actividad. En 2016 y 2021, Chile sufrió las dos mareas de algas nocivas (marea roja y marea café) más catastróficas de su historia, ambos sucesos tuvieron lugar en zonas donde se cultivan salmones.

Los resultados fueron miles de toneladas de salmones muertos, cientos de millones de dólares de pérdidas, ecosistemas destruidos, la actividad de las comunidades locales paralizada y esto es solo el comienzo. Aunque las mareas de algas nocivas son un evento natural que existe desde siempre, la excesiva cantidad de material orgánico que producen las salmoneras (alimento, animales muertos, heces) y el aumento de temperatura a causa del calentamiento global las transforman en una enorme amenaza para la vida. 

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Fotografía: Andrew Skowron / We Animals Media.

Cuando consumimos peces contribuimos directamente a la extinción de toda la vida marina.

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La mejor forma de salvar el oceano
es no comer peces.

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