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Fotografía: Molly Condit / Sinergia Animal / We Animals.

¿POR QUÉ NO
comer
HUEVO
?

En el reino de las aves, las gallinas se destacan como intrépidas exploradoras. Deambulan por los pastizales inspeccionando minuciosamente el suelo en busca de alimento y son selectivas en su dieta gracias a su agudo sentido del gusto. Cuando encuentran algo que les gusta, se lo hacen saber a sus pares. Su habilidad para comunicarse es notable: emiten más de 30 tipos de sonidos para interactuar entre ellas, expresan alegría y satisfacción, y se alertan entre sí sobre posibles peligros.

Además, tienen una impresionante memoria y recuerdan con claridad quiénes son sus compañeras favoritas. Y esto no es todo, también experimentan placer y disfrutan de cavar agujeros en el suelo y de hundirse en ellos para limpiar sus plumas, entregándose a lo que se conoce como baños de arena. 

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El comportamiento natural de las gallinas está muy alejado de lo que viven todas aquellas que se encuentran en cautiverio. La industria llama gallinas ponedoras a aquellas seleccionadas genéticamente para producir más huevos de los que pondrían naturalmente, y se necesitan millones de estas para producir la enorme cantidad de huevos que se consumen anualmente.

Para producir este gran stock de gallinas ponedoras, se necesitan
granjas de cría: grandes galpones donde gallos criados especialmente para fines reproductivos deben fecundar a gran escala a las gallinas reproductoras seleccionadas. Estas serán las madres de las gallinas ponedoras.

Una vez fecundadas, estas reproductoras ponen huevos que se abrirán al cabo de un mes. Recién nacidos, los polluelos son sometidos a un duro proceso de selección.
Los polluelos machos son considerados desechos y en general son arrojados vivos a una trituradora o asfixiados.

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A las polluelas les amputan los picos porque el confinamiento extremo al que serán sometidas durante su vida de ponedoras desencadena comportamientos agresivos y autodestructivos. Estos procedimientos se realizan sin anestesia.

A los 4 meses de vida las gallinas ponedoras comienzan a ser consideradas parte de la maquinaria de producción. Las encierran en las llamadas jaulas batería, que se caracterizan por ser extremadamente pequeñas y albergar a un gran número de gallinas.

El espacio disponible para cada gallina es en promedio similar al de una hoja A4 y suele haber entre 4 y 6 gallinas por jaula. Estas estructuras cuentan con suelos de alambre para que las heces caigan al piso.

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Fotografía:  Igualdad Animal.

La exposición de las gallinas a condiciones insalubres, el hacinamiento y la convivencia constante con sus excrementos les causan problemas respiratorios y quemaduras en la piel. 

Hoy, tras décadas de selección, manipulación genética y tratamientos hormonales, las gallinas pueden poner hasta 320 huevos al año, un número exageradamente superior a lo que pondrían naturalmente: entre 10 y 15 huevos. 

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Una de las prácticas utilizadas para la producción intensiva es la exposición constante de las gallinas a la luz artificial, diseñada para estimular la producción de hormonas y, por consiguiente, de huevos.

Sin embargo, esta práctica afecta gravemente la salud de las aves, que son sensibles a la luz y requieren aproximadamente 8 horas de sueño ininterrumpido en la oscuridad para mantener su bienestar. 

La sobreexplotación tiene un alto costo para las gallinas, agota su cuerpo, causa la pérdida de plumaje e incluso las lleva a una muerte prematura.

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Fotografía:  Bear Witness Australia / We Animals Media

A los 18 meses, el rendimiento de las gallinas ponedoras disminuye y son transportadas al matadero, donde las suspenden por las patas, las electrocutan y finalmente las degüellan.

Su tiempo de vida como ponedoras se reduce drásticamente en un 80 %, ya que en su hábitat natural podrían vivir hasta diez años.

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Fotografía: Havva Zorlu / We Animals Media

Estas prácticas no son excepcionales. En Argentina hay más gallinas ponedoras que habitantes. La Cámara Argentina de Productores Avícolas dice que para que el rendimiento económico sea óptimo tiene que haber un recambio anual del 50 % de las ponedoras, es decir que...

en nuestro país 24 millones de gallinas son sacrificadas anualmente por la industria. 

Esto es similar a la población de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba juntas. 

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