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Fotografía: Havva Zorlu / We Animals Media.

ENTRETENIMIENTO

Ir a zoológicos, rodeos, jineteadas, corridas de toros, acuarios y circos son actividades culturalmente vinculadas con las vacaciones y el entretenimiento de los más chicos y de toda la familia. Pero, ¿qué se esconde detrás de estos pasatiempos? ¿Qué sucede cuando el público ya no está? Es decir, ¿cuáles son los costos vitales de esta diversión?

La soledad constante, el maltrato, el estrés, el desgaste, el espacio reducido, el entrenamiento forzoso y un clima variable y ajeno a sus necesidades, lleva a los animales de acuarios, circos y zoológicos a sufrir zoocosis.

Esto significa que desarrollan trastornos de la conducta: comportamientos anormales repetitivos como dar vueltas en círculo, deambular con la cabeza de un lado a otro, lamer los barrotes, comer excrementos y golpearse la cabeza contra la pared. 

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En Argentina, en 2016, murió el último oso polar en cautiverio del país, víctima de las altas temperaturas, el encierro en un pequeño recinto con una pileta de tamaño comercial y los ruidos de la ciudad. Los osos polares en su entorno natural pueden nadar más de 9 km por hora38 en aguas que rondan los -2°C.

Un ejemplo más actual de la industria del entretenimiento y la explotación animal en nuestro país es Mundo Marino, donde está encerrada la orca Kshamenk desde 1992. Hace 30 años que Kshamenk da dos shows al día para miles de personas y el resto del tiempo lo pasa solo nadando en círculos en una pileta de concreto. 

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Fotografía: Jo-Anne McArthur / We Animals Media

Otros espectáculos de explotación animal pero enmascarados de tradición cultural son las jineteadas, donde se celebra y alienta el sometimiento violento de caballos indefensos con el objetivo de domar su voluntad. Esta tradición se relaciona con la exhibición del dominio y la hombría de los jinetes.

En un evento para toda la familia, el público festeja abiertamente los rebencazos (latigazos) y el doblegamiento del caballo. 

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Otra industria multimillonaria que usa y explota a los animales es la del cine y la televisión (películas, series, publicidad). La grabación de escenas con animales implica la captura, el adiestramiento, el traslado y el mantenimiento de estos fuera de sus hábitats naturales.

Por ejemplo, para filmar Una aventura extraordinaria (Life of Pi) se utilizaron cuatro tigres que esperaban su turno para actuar en una jaula en Los Ángeles, en vez de estar libres en la sabana. El estrés de habitar en un entorno completamente artificial a menudo desencadena comportamientos agresivos y para evitar estos daños normalmente se los mutila:
a los grandes felinos les quitan sus garras y a los primates les cortan los colmillos.

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Fotografía: Nathalie Merle / We Animals Medias

Lamentablemente, la muerte de animales utilizados en películas y publicidades a causa de la negligencia de sus cuidadores es muy común: 27 animales murieron en el rodaje de El hobbit, 4 caballos en la serie Luck, 1 jirafa en El guardián del zoológico, 1 tiburón en un comercial de Kmart.

La lista es larga. Actualmente, la industria cinematográfica se desliga de su responsabilidad agregando en sus películas que ningún animal fue lastimado en la realización de esta película. ¿Cómo podría colaborar la industria publicitaria y cinematográfica para terminar con la explotación de animales? Dejar a los animales en sus hábitats y utilizar métodos tecnológicos, como sucedió en El origen del Planeta de los Simios (2011) o La Leyenda de Tarzán (2016), es un camino posible.

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Fotografía: Ana Palacios / We Animals Media

Otra forma de explotación animal muy naturalizada a nivel mundial son las carreras. Los animales más utilizados son los caballos y los galgos. Tanto en el entrenamiento como en el desarrollo de las carreras, ambas especies padecen prácticas similares: el uso constante de drogas y golpizas para mejorar su velocidad, la explotación y de sus cuerpos para alcanzar límites antinaturales y su asesinato una vez que su rendimiento comienza a decaer.

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Fotografía:: Alexis Liohn / Saffyre Sanctuary Inc. / We Animals Media

Los caballos comienzan su entrenamiento a los dos años, sin haber alcanzado aún su madurez esquelética. Esto los expone a graves problemas articulares e incluso fracturas durante las carreras. Además, debido a las exigencias físicas extremas, son propensos a sufrir problemas respiratorios y úlceras estomacales.

En el caso de los galgos, su entrenamiento inicial incluye largos períodos de
confinamiento en jaulas y ayunos prolongados, lo que transforma su carácter dócil en agresivo. Los perros que resultan heridos o ya no pueden competir son abandonados o sacrificados.

A pesar de que las carreras de galgos están prohibidas, en Argentina continúan llevándose a cabo de manera clandestina.

En Santa Fe,
una de las provincias con mayor presencia de galgódromos ilegales, las calles de sus ciudades están atestadas de galgos abandonados con un estado de salud deplorable y con claras muestras de maltrato. 

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